Entusiasmados
con el reciente Festival del Chef realizado en nuestra Villa, que nos dejó
llenos de alegrías y sabores, nos atrevemos a regocijarnos con los 7 grados de
temperatura de esta noche para preparar un delicioso plato en una de nuestras Cabañas Bahiamia mientras el Lago Aluminé apaga su brillo con la llegada de la
noche.
Elegimos una receta de Dolli irigoyen, quien fuera madrina del increíble festival del año pasado, (una pena que no haya podido venir este año) “robada” de su web.
Aunque el cordero es propio de zonas más al sur que Villa Pehuenia, se consigue
fácil y es una tentación única para esta noche de otoño.
Los ingredientes necesarios pueden verlos en la web de Dolli, una genia que
transmite con calma ese placer por cocinar.
Afuera hay algo de viento y un frío todavía tibio. En la cabaña los vidrios
empiezan a empañarse con el hervor de los papines. Mientras vamos dorando,
sellando como aprendimos, las piezas de cordero. La receta original incluía un
puré de garbanzos que no pudimos hacer pero sí la “gremolata” para la que
estamos tostado unos piñones.
Quería escuchar algo instrumental mientras cocinaba pero la música es la vida
de familia. Escucho un especial de García Márquez en National Geographic que alguien
está viendo, una conversación con un amigo al que se le cuenta con entusiasmo
como avanza la construcción de las nuevas cabañas.
Los piñones ya están tostados. Ahora hay que picarlos con dedicación (me gusta
ese crujir pausado sobre la tabla) y mezclarlos en un bol, en realidad es un
tupper, debo confesar; con perejil picado y un poco de ralladura de limón. Sal,
oliva y que maceren juntos hasta que termine con el resto.
Hay que sacar rápido el cordero así queda apenas dorado y ponerlo en el horno
para terminar de cocinarlo con sus jugos. Lento. Con tiempo, para estirar este
momento perfecto. Total, acá no hay urgencias ni stress.
Los papines ya están hervidos. Los corto a la mitad, ¿cómo aguantan los chef
para usar los dedos sin quemarse!!!. Y los sarteneo en oliva con un par de
dientes de ajo aplastados, bien rústicos, sal y pimienta. Hay que agregarle
romero, que me traje de mis plantitas de la cuasi huerta que tenemos en
Bahiamia. Pero prefiero ponerlo al final, cuando ya estén listos. Me gusta descubrir
el sabor de las hierbas casi sin cocción.
Ya terminaron la charla telefónica y con una copa de vino me invitan a ir hasta
la orilla del lago. Hace un frío lindo. El calor de la cocina me contrasta en
la cara con esta noche en Villa Pehuenia, caminando a orillas del Aluminé,
mientras la arena de la playa cruje de frío.
Al otro lado se ven las luces de la Villa. Más calma, sin la emoción del
Festival, ni los movimientos de temporada alta. Todo es paz, falta la luna
creciente escondida detrás de varias nubes. Restan algunos días para estar
llena. Espero que el cielo esté limpio para ese momento.
Adentro!!!, que el cordero ya está. Lo “emplatamos” (aprendemos rápido los
términos gourmet) con los papines crocantes
y bañados en la gremolata que ya sumó todos sus sabores.
Nos sentamos todos frente al ventanal que da al Lago, aunque sólo se intuye en
esta noche sin luna. No hay aplausos para el chef, eso sólo corresponde a los
asadores por lo visto, jaja!! Pero todos devoran el “carré de cordero con
papines salteados”. Mientras, planeamos levantarnos para hacer una mini
excursión de treeking y sacar fotos del otoño en los senderos de Bahiamía con
sus araucarias, ñires y otras maravillas. Pero eso será mañana, falta tanto…
Ahora, es disfrutar esta delicia. Gracias Dolli por la receta y por tus visitas anteriores,
que nos inspiraron a disfrutar momentos y sabores, en este rincón del mundo tan
querido que es Villa Pehuenia.